Estoico aguante del pueblo

David Foronda H.

6/29/20252 min leer

A decir verdad, la población boliviana en su conjunto, y particularmente la clase desposeída, se hallan atravesando por dramáticas situaciones a raíz del agudo problema que es la profunda crisis económica, con un dólar esfumado, escasez de combustibles y productos, y la elevación desmesurada de estos últimos, que golpea al pueblo en general. Salvo a quienes perciben jugosos emolumentos en su calidad de “padres de la patria”, ministros, viceministros, personal jerárquico del Estado, banqueros, empresarios y, por supuesto, aquellos que están ligados al narcotráfico y los clanes de contrabandistas, que, da la impresión, no extrañan la moneda con la cara del Tío Sam, y menos el alza de los precios de todo componente de la canasta familiar.
Con semejante contexto, tampoco deja de llamar la atención la estoica actitud de aguante que, ante esas carestías que tornan trágica la diaria existencia, muestra el sacrificado pueblo boliviano. A pesar de cargar sobre sus hombros, de manera consciente, tantos problemas, lo hace para salvaguardar la Patria ante probables acechanzas y la avidez de quienes siempre se hallan dispuestos a hincar dientes y garras en la ya maltrecha nación, quizá siendo estos elementos externos y hasta internos.
Lo estoico está relacionado con ese sacrificio de soportar casi resignadamente la desmesurada alza de precios de los artículos vitales para la subsistencia de la familia, entre ellos las carnes de pollo y res, el pan nuestro de cada día, que ya muchos comienzan a expender con precios arriba de los sesenta centavos la unidad, sin la necesidad de tener la anuencia de las autoridades o, en el mejor de los casos, han rebajado su peso hasta convertirlo en virtual pan de Alasita. Mientras tanto, aceite, arroz y otros brillan por su ausencia en las tiendas y puestos de venta.
Asimismo, la actitud estoica de nuestra población también está reflejada en haber soportado salvajes bloqueos de caminos a cargo de elementos desadaptados que, pagados o no por oscuros personajes, de un modo u otro quisieron someter a los pobladores de las ciudades a través del estómago y el temor a cosas peores, tales como saqueos y agresiones despiadadas, como ocurrió en Llallagua, amenazas que aún persisten. ¿Y qué hacen las autoridades frente a ese brutal accionar de tales hordas desalmadas?, se pregunta toda la gente que ya vive con el Jesús en la boca. Ante ello se espera que la acción del Estado, con base en la ley y lo que manda la Carta Magna, se deje sentir, a fin de llevar certidumbre a la sociedad boliviana.